Archivo Confitencial
Me he dado cuenta que en las Pascuas el chocolate importa un huevo. Si, es un juego de palabras, pero también tiene sentido. A nadie le calienta en si el chocolate. Al menos no al principio. Sólo queremos ver el interior. Como si fuésemos forenses de la sacarosa, queremos indagar el cadáver de ese oval mundo hueco de cacao y perforar / horadar / taladrar / romper y hasta si fuera necesario cavar para descubrir que hay dentro.
¿Sólo confites? ¿No hay bombones, juguetes para armar, mensajes idiotas, o al menos un mísero muñequito al que depreciamos automáticamente? Del mismo modo sucede con la revista. La bolsita de nylon separa a nuestros lectores del premio de la tapa. Resulta extraño que haya un pochocho, una moneda, una lucecita de navidad o en este caso, un confite. Y lo notable es que una vez que lo tocaron, parece no ser tan fantástico, pero el triunfo del hombre sobre el envoltorio es el anhelo que alienta a una o varias generaciones.
Ojalá esta intro solo sea la cobertura de chocolate de un mundo de confites que se hayan en los pliegos internos.
Txt: Rodrigo Sabio.
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